Una cosa se me hizo clara: que la objetividad, la representación de los objetos no tenían ningún sentido en mis cuadros y que, en realidad, era perjudicial para ellos.
El viento, niño fúnebre que juega con las últimas ilusiones del cielo hasta darle una aguda limpieza de extraña agua final. El viento, muchachos, el viento infinito